viernes, 1 de agosto de 2014

Capítulo 4

Hola buenas!!! ¿Qué tal estáis? :) Bueno, aquí os dejo el cuarto capítulo y os aviso que voy a estar unos días ausente, ya que me voy fuera y no tendré internet. También os aviso que Laliter irá poco a poco en aumento, y que pronto se viene lo bueno :) Gracias por leerme y que tengáis un buen día!!

Novela: "Fácil"


La voz de Candela me despertó.

–Mariana Espósito, saca tu trasero de la cama y ve a salvar tu promedio de calificaciones. Por el amor de Dios, si yo hubiese dejado que un chico tirara por los suelos mi confianza académica, nunca habría escuchado el final de la misma.

Hice un ruido desdeñoso desde debajo del edredón antes de asomarme para mirarla.

-¿Qué confianza académica?

Sus manos estaban en sus caderas, y estaba envuelta en una toalla, recién salida de la ducha.

-Ja, ja. Muy graciosa. Levántate.

Resoplé, pero ella hizo como que no me oía.

-Voy muy bien en las otras clases ¿No puedo simplemente suspender esta?-ella se quedó boquiabierta.

-¿Acaso te estás escuchando?-Sí, me estaba escuchando. Y estaba tan disgustada con mis sentimientos cobardes como ella-incluso puede que más. Pero la idea de estar sentada al lado de Gastón durante una hora y media, tres días por semana, era insoportable. No podía saber con certeza lo que su reciente estado de soltería significaría en términos de coquetería y flirteo abierto, pero fuera lo que fuese, no quería verlo con mis propios ojos. Ya era bastante malo imaginarme los detalles. Ojalá no lo hubiera presionado para tomar, al menos, una clase conmigo ese semestre. Cuando nos apuntamos para las clases de otoño, me preguntó por qué quería tomar Economía-puesto que no era un curso necesario para conseguir mi título de Educación Musical. Me pregunto, si él había imaginado por aquel entonces que ese sería el lugar donde terminaríamos. O si lo había sabido.

-No puedo.

-Puedes, y lo harás-arrancó el edredón de mis manos-Ahora levántate y métete en la ducha. Tengo que llegar a tiempo para la clase de francés, o el señor Bidot me preguntará sin piedad el passé composé. A penas sé el pasado simple en inglés. Dios sabe que no puedo hacerlo en français a la primera hora de la mañana. 

Llegué delante de la clase justo a las 9:00 sabiendo que Gastón, siempre puntual, ya estaría allí. El aula era grande y amplia. Deslizándome por la puerta trasera, lo vi, en el medio de la sexta fila. El asiento a su derecha estaba vacío-mi asiento. El señor Heller había hecho un mapa con la disposición de los alumnos y sus asientos durante la segunda semana de clases, y solía usarla para pasar lista o sumar puntos por la participación en clase, pero de ninguna manera volvería a sentarme ahí. Mis ojos recorrieron las filas de atrás. Había dos asientos vacíos. Uno estaba tres filas más atrás, entre un chico que apoyaba su cabeza en la mano, medio dormido, y una chica que estaba bebiendo algo mientras no paraba de hablar con su compañero. El otro asiento libre estaba en la última fila, al lado de un chico que parecía estar garabateando algo en su libro de texto. Giré en esa dirección al mismo tiempo que el profesor entraba por la puerta lateral a la clase, y el artista levantó la vista para analizar la parte delantera del aula. Me quedé inmóvil, reconociendo a mi salvador de hacía dos noches. 

Si hubiese podido moverme, me habría dado la vuelta y habría salido huyendo de clase. El ataque se reprodujo de nuevo en mi cabeza. El desamparo. El terror. La humillación. Me había acurrucado en la cama y había llorado toda la noche, agradecida por el mensaje de Candela, que me decía que pasaría toda la noche con Chaz. No le conté lo que había hecho Buck-en parte porque sabía que ella se sentiría responsable de haberse ido y haberme dejado sola. Por otra parte, porque quería olvidar lo que había sucedido.

-Cuando todo el mundo tome asiento, empezaremos la clase-El comentario de mi profesor me sacó de mi estupor: yo era la única estudiante que estaba de pie. Me apresuré a sentarme entre la chica habladora y el chico dormido.

Ella me echó un vistazo, sin dejar de contar lo que le había pasado el fin de semana, y cómo, cuándo y con quién había estado. El chico entreabrió un poco los ojos, lo justo como para notar que me deslizaba en la silla que estaba a su lado, pero no hizo ningún movimiento.

-¿Está ocupado este asiento?-le susurré. Él negó con la cabeza y murmuró.

-Lo estaba. Pero ella renunció. O dejó de venir. O lo que sea…

Empecé a sacar mis cosas de la mochila, aliviada. Intenté no mirar a Gastón, pero la disposición de los asientos convirtió ese esfuerzo en un auténtico reto. Su perfectamente arreglado cabello rubio, y la familiar camisa de botones planchada que solía llevar, atraían a mis ojos cada vez que se movía. Sabía el efecto que causaban esos cuadros verdes de su camisa con el verde brillante de sus ojos. Lo conocía desde noveno grado. Lo vi cambiar de estilo, pasar de ser el chico que llevaba pantalones cortos y zapatillas de deporte todos los días, a ser el joven que mandaba las camisas a ser planchadas, que tenía los zapatos siempre limpios, y que siempre parecía que había salido de la portada de una revista. Había visto a más de una profesora girar la cabeza a su paso, para después estudiar atentamente su cuerpo perfecto y fuera de lo común.

Durante el tercer curso de secundaria teníamos inglés juntos. Él centró su atención en mí desde el primer día de clase, mostrando su sonrisa con hoyuelos en mi dirección antes de sentarse, invitándome a unirme a su grupo de estudio y preguntándome por mis planes para el fin de semana, hasta que finalmente, él también se convirtió en parte de ellos. Nunca me habían convencido para algo tan rápido. Como nuestro delegado de clase, era conocido por todos, e hizo un esfuerzo considerable para llegar a familiarizarse con todo el mundo. Como deportista, era todo una estrella para el equipo de béisbol. Como estudiante, su nivel de calificaciones se encontraba entre los diez mejores. Como miembro del equipo de debate, era conocido por sus argumentos concluyentes y su récord imbatible.

Como novio, era paciente y atento, y nunca me presionaba demasiado lejos o demasiado rápido. Nunca olvidaba un cumpleaños o un aniversario. Nunca me hizo dudar de sus intenciones sobre nosotros. Una vez que nuestra relación se hizo oficial, él cambió mi nombre, y todo el mundo siguió su ejemplo, incluida yo.

-Tú eres mi Lali-me dijo. 

No tenía una gran familia. Sus padres se encontraban casados sólo políticamente, por lo demás, estaban siempre en desacuerdo el uno con el otro. Tenía una hermana llamada Reagan y un hermano llamado Carter.


Habían pasado tres años desde que había dejado de ser Mariana, y empecé a luchar a diario para recuperar esa parte de mí misma que había dejado de lado por él. No era la única cosa a la que había renunciado, ni a la más importante, pero era la única que podía recuperar.  

jueves, 31 de julio de 2014

Capítulo 3

Hola, hola!!!! ¿Como estáis? ¿Que tal se está dando vuestro jueves? Yo bastante liadilla, pero bueno, aquí vuelvo con un nuevo capítulo, más tarde subiré otro si queréis, ¿vale? sin hacerlo más largo, aquí os lo dejo:) Besos y gracias!


Novela: "Fácil"


Di el nombre de mi dormitorio cuando mi conductor me lo preguntó, y miré fuera de la ventanilla, incapaz de hablar, abrazándome a mí misma e intentando ocultar los temblores que me sacudían cada cinco minutos. No quería que él lo notara, pero no podía detenerlos.

El estacionamiento del dormitorio estaba casi lleno; los lugares cerca de la puerta se encontraban todos ocupados.  Aparcó la camioneta en un espacio y saltó, rodeando el coche para encontrarse conmigo mientras me deslizaba del asiento del copiloto. Cerca de perder los nervios, tomé las llaves después de que el activara el seguro de las puertas, y lo seguí hacia el edificio.

-¿Tu identificación?-preguntó cuando llegamos a la puerta principal.

Me temblaban las manos mientras abría mi bolsa y sacaba la tarjeta. Cuando la tomó de mis dedos, noté la sangre en sus nudillos.

-Oh dios mío, estás sangrando.

Él miró su mano y negó con la cabeza.

-Nah, no es mi sangre-apretó sus labios y se giró para pasar la tarjeta a través de la puerta de acceso, y me pregunté si me seguiría adentro. No creía poder mantener el control por más tiempo.

Después de abrir la puerta, me entregó mi identificación. A la luz del vestíbulo pude ver sus ojos con mayor claridad: eran de un claro azul-gris debajo de sus cejas.

-¿Estás segura de qué te encuentras bien?-preguntó por segunda vez, y sentí mi cara arrugándose.  Bajando mi barbilla, metí la tarjeta en mi bolso y asentí débilmente-Sí, estoy bien.-mentí.

Dejó escapar un suspiro de incredulidad, pasando una mano por su cabello.

-¿Puedo llamar a alguien por ti?-Negué. Tenía que llegar a mi habitación antes de desmoronarme.

-Gracias, pero no.-pasé a su lado, con cuidado de no rozarlo y me dirigí a las escaleras.
-¿Lali?-llamó en voz baja, sin moverse de la puerta. Miré hacia atrás, agarrando la barandilla, y nuestros ojos se encontraron –no fue tu culpa.

Mordí mi labio, fuertemente, asintiendo una vez más antes de girarme y subir corriendo las escaleras, mis zapatillas resonando en los escalones. En el rellano del segundo piso, me detuve abruptamente y regresé mi mirada a la puerta. Él se había ido.

No sabía su nombre, y no podía haberlo visto antes, mucho menos conocerlo. Recordaría esos inusuales ojos claros. No tenía idea de quién era… y me llamó por mi nombre. No el nombre de mi identificación-Mariana-si no Lali, el apodo que llevo desde que salía con Gastón en nuestro primer año del instituto.


Dos semanas atrás

-¿Quieres subir o quedarte? Candela está con Chaz este fin de semana…-mi voz fue juguetona,  cantarina-significa que tendré el dormitorio para mi sola.

Gastón y yo hacía un mes que habíamos pasado nuestro tercer aniversario. Así que no había necesidad de ser tímida. Candela solía decirnos que éramos una vieja pareja de casados. A lo cual yo replicaba: -Estás celosa-y luego ella respondía con una seña obscena.

-Hm, sí. Subiré un rato.-Masajeaba su nuca mientras entraba en el aparcamiento del dormitorio y buscaba un área vacía, su expresión era inescrutable. Una punzada de aprehensión surgió en mi pecho, y me tragué la inquietud.

-¿Está todo bien?-Él masajeó su cuello, era una señal de estrés. Lanzó una rápida mirada en mi dirección.

-Sí, claro-Estacionó en el primer espacio libre, dejando su BMW entre dos camionetas. Él nunca, nunca, nunca dejaba su más importante tesoro en espacios reducidos. Algo ocurría. Sabía que él se preocupaba por los exámenes parciales, especialmente por cálculo. Su fraternidad tendría fiestas la noche siguiente, también, lo cual hacía imposible que estudiara el fin de semana antes de los exámenes. Entramos en el edificio y subimos las escaleras que siempre me ponían los pelos de punta cuando estaba sola. Corrí hasta el último escalón y salimos al pasillo.

Me giré para verlo mientras abría la puerta, sacudí mi cabeza cuando vi el encantador dibujo de un pene que alguien garabateó en la pizzara que Candela y yo utilizábamos para dejar notas a los otros compañeros de cuartos. Los dormitorios mixtos eran los más baratos en las universidades. Algunas veces creo que vivo con un grupo de niños de doce años.

-Si te sientes enfermo podemos vernos mañana, ya sabes-puse mi palma en su brazo-o puedes quedarte aquí conmigo, escondido mientras pasamos el fin de semana estudiando para los exámenes… y hacemos algunas otras actividades para reducir el estrés…-sonreí con picardía. Él miró sus zapatos. Mi corazón se aceleró y de pronto me sentí preocupada. Algo iba definitivamente mal. Quería que lo escupiera, que lo dijera, pero mi mente conjugaba posibilidades alarmantes. Había pasado tanto tiempo desde la última vez que tuvimos una pelea o un conflicto que me sentía sorprendida. Caminó dentro de mi habitación y se sentó en la silla de mi escritorio, no en mi cama.

Fui hacia él, nuestras rodillas chocaron, esperando que me dijera lo que le tenía de mal humor, o si era sólo preocupación por los próximos exámenes. Mi corazón latía pesadamente, puse una mano en su hombro.

-¿Gas?

-Lali, necesitamos hablar.

Mi pulso retumbando en mis oídos se hizo más fuerte y mi mano cayó de su hombro. Entrelacé mis manos y me senté en la cama, a un metro de él. Mi boca se sentía seca y no podía tragar, mucho menos hablar. Se quedó en silencio, evitando mis ojos por un par de minutos, que se sintieron como una eternidad. Finalmente, levantó su mirada hacia mí. Parecía triste. Oh, Dios. Oh, Dios. Oh, Dios.

-He estado teniendo algunos… problemas… últimamente. Con otras chicas.
Parpadeé, me alegró estar sentada. Mis piernas no me hubieran sostenido y me habría caído si hubiera estado de pie.

-¿Qué quieres decir?-Mi voz salió ronca.-¿Qué quieres decir con “problemas” y “otras chicas”?

Suspiró profundamente.
-No es así, no realmente. Quiero decir, no he hecho nada-apartó la mirada y volvió a suspirar-pero creo que quiero.

¿Qué diablos?

-No te entiendo-Mi mente trabajaba frenéticamente para salir de esta situación pronto, pero cualquier alternativa parecía tonta. Se levantó y caminó por el dormitorio dos veces antes de detenerse a medio camino entre la puerta y yo.

-Sabes lo importante que es para mí seguir en mi carrera en leyes y política.

Asentí, aún aturdida, en silencio y tratando de seguirle el ritmo.
-¿Conoces la hermandad de las chicas?-Asentí una vez más, recordando que fue una de las cosas que me preocupó cuando él se mudó a la casa de la fraternidad. Al parecer, no me preocupé lo suficiente.

-Hay una chica… en realidad, un par de chicas, que… bueno.

Traté de mantener mi voz racional y normal-Gastón, esto no tiene sentido. Dices que no has hecho nada, o que quieres…-Sus ojos se encontraron con los míos, así no habría error.

-Quiero hacerlo-Parecía como si me hubiesen dado un puñetazo en el estómago, porque mi cerebro se negaba a comprender las palabras que él decía. No podía entenderlo.

-¿Quieres hacerlo? ¿Qué diablos significa que quieres hacerlo?

Caminó de regreso a la silla, después a la puerta y de regreso. Seguíamos a un metro de distancia.

-¿Qué crees que significa? Jesús. No me hagas decirlo.

Jadeé-¿Por qué no? ¿Por qué no lo dices? Si ya te imaginas haciéndolo, entonces, ¿por qué mierda no lo dices? ¿Y qué tiene que ver con tus planes…?

-Estaba por llegar a eso. Mira, todo el mundo sabe que una de las peores cosas que arruinan a un candidato político o representante electo es verse envuelto en un escándalo sexual-Sus ojos se posaron en los míos mientras reconocí su expresión seria-Soy humano, Lali, y si sigo con estos deseos que me carcomen y los reprimo, probablemente los tendré después, que será peor. Sin embargo, esto me está matando. –extendió sus manos sin hacer nada-No tengo más remedio que sacarlo de mi sistema mientras pueda hacerlo sin que eso arruine mi futuro profesional.

Me dije a mí misma: Esto no está sucediendo. Mi novio de tres años no rompía conmigo porque quería enrrollarse con otras chicas con descaro. Parpadeé con fuerza y traté de respirar profundamente, pero no pude. No había oxígeno en la habitación. Lo fulminé con la mirada, en silencio. Su mandíbula estaba apretada.

-Bien, supongo que intentar que lo comprendieras fue una mala idea…

-¿Esta es tu idea de que intente comprenderte? ¿Romper conmigo para que así puedas acostarte con otras chicas? ¿Sin sentirte culpable? ¿Lo dices en serio?

-No eres tú, soy yo.

Lo último que pensé antes de tomar mi libro de economía y lanzárselo fue: ¿Cómo puede usar esa mierda de cliché en un momento como este?

domingo, 27 de julio de 2014

Capítulo 2

Muy buenas!!! ¿Cómo estáis? gracias por las firmas y espero que os esté gustando:)
Angie, en cuanto a tu pregunta sobre la novela, sí es una adaptación. Esta vez decidí hacer una sobre un libro que me gustó mucho y que creo que a vosotras os gustará, además modifico algunos detalles e intento acortarlo más, ya que es largo y en ciertos capítulos avanza lentamente. Gracias de nuevo y que os vaya bien/acabéis bien el día, aquí os dejo el cap. Besos!!


Novela: "Fácil"



-¿Estás bien?- Su tono era bajo, precavido. Quería decirle que si, quería asentir con la cabeza, pero no podía.- Voy a llamar al 911. ¿Necesitas asistencia médica o sólo a la policía?

Imaginé a la policía del campus llegando a la escena, los fiesteros huyendo despavoridos por la casa cuando escucharan las sirenas. Candela y Chaz eran dos de los muchos amigos que estaban allí, más de la mitad eran menores de edad y bebían. Sería mi culpa si la fiesta se convertía en el objetivo de la policía. 

-Negué con la cabeza-no los llames-mi voz era ronca. 

-¿No llamo a una ambulancia?

Aclaré mi garganta y negué.-No llames a nadie, no llames a la policía-él me miró a través de la extensión de mi asiento.

-¿Estoy equivocado, o ese chico ha intentado violarte?-me estremecí al escuchar esa palabra-¿y me dices que no llame a la policía?-cerró su boca de golpe, sacudiendo la cabeza y mirándome fijamente otra vez- ¿o he interrumpido algo que no debía?-mis ojos se abrieron de golpe.

-N-no. Pero sólo quiero irme a casa.

Buck gimió y rodó sobre su espalda.-Mierda-dijo, sin abrir sus ojos, uno de los cuales se encontraba hinchado.

Mi salvador bajó la mirada hacia él, con su mandíbula apretada. Movió su cuello de un lado a otro y luego hacia atrás, relajó sus hombros.

-De acuerdo. Te llevo.

Negué con la cabeza. Después del ataque no iba a hacer algo tan estúpido como subirme al coche con un desconocido.

-Puedo conducir-dije con voz áspera. Miré hacia mi bolsa, todas mis cosas estaban tiradas por el suelo del coche. Él bajó la mirada, se agachó para recoger mis llaves entre los pedazos de mis objetos personales.

-Creo que buscabas esto-las colgó entre sus dedos mientras noté que yo no había hecho nada para acercarme a él.

Humedecí mi labio y probé la sangre por segunda vez en esa noche. Inclinándome un poco hacia la débil iluminación que entraba, tuve la precaución de mantener mi falda hacia abajo. Una ola de mareo se estrelló contra mí mientras fui consciente de lo que casi había ocurrido, y mi mano tembló cuando alargué el brazo para agarrar mis llaves. Frunciendo el ceño, apretó su puño alrededor de ellas y dejó caer su brazo a su costado.

-No puedo dejarte conducir-juzgando por su expresión, mi rostro era un desastre. Parpadeé, mi mano seguía extendida por las llaves, que acababan de ser confiscadas.

-¿Qué? ¿Por qué?

Marcó tres razones con los dedos.

-Estás temblando, probablemente un efecto secundario del asalto. No tengo ni idea de si en realidad estás ilesa. Y probablemente has estado bebiendo.

-No-espeté-soy el conductor designado.

Arqueó una ceja y miró a su alrededor.

-¿Quién exactamente te eligió como conductor? Si hubiera estado contigo, por cierto, puede que hubieras estado a salvo esta noche. En cambio, has entrado al estacionamiento oscuro, sola, sin poner nada de atención a tu alrededor. Eso es realmente responsable.

De pronto, me sentía muy cabreada. Cabreada con Gastón por haber roto mi corazón dos semanas atrás y no estar conmigo esa noche, protegiéndome. Cabreada con Candela por convencerme de venir a esta estúpida fiesta y más cabreada conmigo por aceptar venir. Furiosa con el imbécil que babeaba y sangraba a unos pocos metros de mí. Y molesta con el extraño que tenía mis llaves de rehén, mientras me acusaba de ser una descerebrada y descuidada.

-Entonces, ¿es mi culpa que me atacaran?-mi garganta ardió, pero me olvidé del dolor. -¿Es mi culpa que no pueda caminar de una casa hasta mi camioneta sin que uno de los tuyos trate de violarme?-escupí la palabra hacia él para que viera que podía soportarlo.

-¿Uno de los tuyos? ¿Me comparas con ese pedazo de mierda?-señaló a Buck, pero sus ojos seguían en los míos-No soy como él.

Genial. Estaba en un estacionamiento, sola, con un extraño insultador, que tenía mis llaves. No podía soportar más. Un sollozo salió de mi garganta mientras trataba de mantener la compostura.

-¿Me das mis llaves, por favor?-extendí mi mano, deseando que los temblores disminuyeran.

Tragó saliva, mirándome, y le devolví la mirada a sus ojos claros. No podía describir su color a la tenue luz, pero contrarrestaban con su cabello oscuro. Su voz fue más suave, menos hostil.

-¿Vives en el campus? Déjame llevarte. Puedo regresar caminando, y conseguir un aventón luego.

No luché más, asentí y me agaché a por mi bolsa. Me ayudó a guardar mi labial, cartera, tampones, ligas para el cabello, plumas y lápices que se esparcieron por el suelo. La última cosa que recogió fue un paquete de condones. Se aclaró la garganta y me los ofreció.

-Eso no es mío-dije, retrocediendo.

Frunció el ceño.

-¿Segura?-Apreté mi mandíbula, tratando de no cabrearme otra vez.

-Muy segura-entonces miró a Buck.

-Hijo de puta. Probablemente iba a… ocultar la evidencia.

Metió el paquete cuadrado en el bolsillo frontal de sus jeans.

-Lo tiraré lejos, te aseguro que él no lo volverá a intentar-frunció el ceño de nuevo y su mirada volvió a mí mientras subía al coche y lo encendía.- ¿Estás segura de no llamar a la policía?

Una risa sonó de la puerta trasera de la casa y asentí. Enmarcado exactamente en el centro de la ventana, Gastón bailaba con sus brazos rodeando a una chica que llevaba un ceñido vestido blanco, con alas y un halo. Simplemente perfecto.

En algún momento de mi batalla con Buck, había perdido la diadema con cuernos de demonio que Candela había puesto en mi cabeza mientras me sentaba en la cama, quejándome de que no quería ir a una estúpida fiesta de disfraces. Sin el accesorio, era sólo una chica con un vestido de lentejuelas rojo.

-Estoy segura.


Los faros del coche iluminaron a Buck mientras nos retirábamos del estacionamiento. Él se intentó incorporar para sentarse en el suelo. Pude observar su labio partido, su nariz rota y sus ojos hinchados, incluso desde la distancia. Era buena idea que no estuviera al volante, seguramente lo habría atropellado. 

viernes, 25 de julio de 2014

Capítulo 1


Novela: "Fácil"




Nunca noté a Peter antes de esa noche. Era como si él no existiera, y de repente, se encontraba en todas partes. 


Acababa de dejar la fiesta de Halloween en todo su apogeo detrás de mí. Esquivando los coches amontonados en el estacionamiento trasero de la fraternidad de mi ex, le envié un mensaje a mi compañera de cuarto. La noche era hermosa y cálida-un típico verano al estilo sureño. La música sonaba a través del pavimento, también se escuchaban pequeños estallidos de risas, borrachos retándose y pidiendo más bebida. 


Como conductora designada esa noche, era mi responsabilidad conseguir que Candela regresara a nuestro dormitorio en una sola pieza, sin importar si yo quería estar o no un minuto más en esa fiesta. Mi mensaje decía que me llamara o mensajeara cuando estuviera lista para irse. Por la manera en que ella y su novio, Chaz, se habían ahogado en tequila mientras bailaban manoseándose antes de subir las escaleras a su habitación, no me llamaría hasta mañana. Reí entre dientes por el pensamiento de ella haciendo el paseo de la vergüenza al salir del pórtico hasta mi camioneta. 


Pulsé a enviar mientras rebuscaba las llaves en mi bolso. La luna estaba demasiado oculta por las nubes, y las ventanas iluminadas de la casa se encontraban muy lejos como para ofrecer algo de luz al final del estacionamiento. Tuve que confiar en mi tacto. Maldiciendo cuando me pinché el dedo con una pluma, tropecé con mis zapatillas, casi segura de que sangraba. 


Una vez que las llaves estuvieron en mi mano, chupé mi dedo; el ligero sabor metálico me dijo que me atravesó la piel. -Maldición-murmuré, desbloqueando la puerta de la camioneta.


En los siguientes segundos que pasaron, estuve tan desorientada como para comprender lo que sucedía. En un momento era lanzada de la puerta abierta del coche, y al siguiente recostada con mi rostro pegado en el asiento, sin respirar e inmóvil. Luché por levantarme, pero no pude, el peso sobre mí era demasiado. 


-La pequeña diablilla queda bien en tí, Lali-la voz arrastraba las palabras, pero me era familiar. 


Mi primer pensamiento fue "no me llames así", pero fue desestimado rápidamente en favor del terror que sentí mientras una mano levantaba ya mi corta minifalda. Mi brazo derecho estaba inútil, atrapado entre mi cuerpo y el asiento. Me agarré de él con mi mano izquierda, tratando de empujarme a mí misma hacia arriba, y la mano sobre la piel desnuda de mi muslo me tomó la muñeca. Grité cuando llevó mi brazo hasta mi espalda, sujetándome con firmeza con la otra mano. Su antebrazo presionando mi espalda baja, no podía moverme. 


-Buck, bájate de mí. Quítate-Mi voz tembló, pero traté de darle tanta firmeza como me fuera posible. Pude oler la cerveza en su respiración y algo fuerte en su sudor. Entonces, una oleada de náusea subió y cayó en mi estómago.


Su mano libre regresó de nuevo a mi muslo izquierdo, su peso contra mi lado derecho, cubriéndome. Mis pies colgaban fuera de la camioneta, la puerta seguía abierta. Traté de levantar la rodilla para quitarme de debajo de él, y Buck rió de mis patéticos esfuerzos. Cuando movió su mano entre mis piernas abiertas, grité, tratando de bajarlas, ya demasiado tarde. Primero me retorcí y luché, pensando en quitármelo de encima, y después de darme cuenta de que yo no era rival para su tamaño, comencé a suplicar. 


-Buck, para, por favor... estás borracho y te arrepentirás por la mañana. Oh, dios mío...


Separó más fuerte mis piernas y el aire golpeó mi cadera desnuda. Escuché el inconfundible sonido de una cremallera, y él rió en mi oído cuando mi súplica se mezcló con el llanto. 


-No, no, no, no- Debajo de su peso, no podía respirar lo suficiente para gritar, y mi boca estaba aplastada contra el asiento, amortiguando cualquier protesta que pudiera hacer. Luchando en vano, no podía creer que aquel chico que había conocido por casi un año, quien ninguna vez me había faltado el respeto cuando salía con Gastón, estuviera atacándome en mi propio coche, en el estacionamiento trasero de la casa de fraternidad.


Bajó mis bragas hasta las rodillas, y entre sus esfuerzos para presionarme hacia abajo y mis renovados intentos por huir, escuché el frágil tejido rasgándose. 


-Jesús, Lali, siempre supe que tenías un increíble culo, pero Cristo, chica- su mano se metió entre mis piernas de nuevo y el peso desapareció por un segundo. Tuve el tiempo suficiente para tomar una bocanada de aire y gritar. Giró mi rostro hacia el cuero del asiento hasta que estuve en silencio, casi sin poder respirar. Incluso libre, mi brazo izquierdo era inútil. Apoyé mi mano contra el suelo de la cabina y presioné, pero sólo tuve dolores musculares. Lloré contra los cojines, las lágrimas y la saliva se mezclaban en mi mejilla. 


-Por favor, no, por favor, no. Oh, dios, detente, detente, para...-odié el sonido de impotencia en mi voz. 


Su peso se levantó de mí por un segundo -o había cambiado de opinión, o estaba reposicionándose- no me hizo esperar saber cuál. Tiró de mis piernas hacia arriba, sentí el tacón de mis zapatillas desgarrar el cuero, mientras pataleé para ganar impulso y apartarlo. Él me giraba. La sangre pulsaba en mis oídos mientras mi cuerpo se preparaba para pelear o huir. Y entonces me detuve, porque Buck ya no estaba ahí. 


Al principio, no pude entender por qué estaba allí, apartado de la puerta, alejado de mí. Y luego su cabeza golpeó el suelo. Dos veces. Se volvió loco, sus puños golpeaban a la nada. No fue hasta que chocó con mi camioneta que pude ver con qué -o quién- luchaba. El chico nunca apartó los ojos de Buck mientras le daba fuertes golpes en el rostro, esquivando los contrarios mientras Buck lanzaba golpes inútiles, con sangre fluyendo de su nariz. Finalmente, Buck bajó la cabeza y se lanzó como un toro, pero su esfuerzo fue su perdición, ya que el chico desconocido lanzó un puñetazo hacia su mandíbula. Chocó contra el lateral del coche, de nuevo, lanzando golpes al aire. El chico tomó a Buck en los hombros, lo jaló hacia él y le dio un rodillazo debajo de la barbilla. Buck cayó al suelo, gimiendo y quejándose. 


El desconocido bajó la mirada con sus puños cerrados, preparándose para ofrecer un nuevo golpe si fuera necesario. No lo fue, Buck estaba casi inconsciente. Me acurruqué contra la puerta del fondo, jadeando y en posición fetal, como si el shock fuera sustituído por pánico. Debí haber gemido, porque sus ojos se encontraron con los míos. Rodó a Buck a un costado con una de sus botas y se acercó a mí.



Novela: "Fácil"

Sinopsis novela "Fácil"

Cuando Lali sigue a su novio de varios años a la universidad que él escoge, lo último que espera es una ruptura. Después de dos semanas en estado de shock, ella se despierta ante su nueva realidad: es soltera, asistiendo a una universidad estatal en lugar de un conservatorio de música que es lo que ella quiere, es ignorada por su círculo de amigos, siendo acosada por el hermano de fraternidad de su ex y reprobando una clase por primera vez en su vida.



jueves, 24 de julio de 2014

Novela: "Amor Prohibido"


Breve epílogo



El tiempo pasa muy rápido para todos, y para Lali y Peter no iba a ser distinto. Después de nacer Ismael y Peter, la madre de Lali estuvo un par de semanas viviendo con ellos, para ayudarla con los puntos del parto y con todo lo necesario en cuanto al cuidado de sus hijos, ya que hay que recordar que eran dos, y que había que dedicarles mucho tiempo a lo que, Lali a veces, no daba a basto. Su amiga Euge también estaba mucho por casa, visitando y echando una mano, así que Lali en ningún momento se sentía sola. Además, a pesar de que a muchas madres les hubiera podido el agobio y el estrés, la felicidad de Lali era tan grande que lo veía todo con otra filosofía, a todo le ponía buen humor y nada le suponía demasiado esfuerzo. También Peter la ayudaba en cuanto podía y se lo hacía todo más llevadero. Peter estuvo un tiempo preparándose las pruebas de policía y las aprobó, por lo que entró rápidamente a trabajar al cuerpo policial de Forks. A Lali, tiempo después, le volvieron a ofrecer trabajo en la Universidad de Forks, donde le dio clase a Peter, ya que había una vacante libre y sabían que había sido madre. Ella había dicho que por ahora no, que quería dedicarse plenamente y únicamente a sus hijos y a su marido, pero no descartaba la posibilidad de volver algún día.

Por otra parte, el padre de Peter había encontrado una mujer, una buena mujer que según él “le había hecho la vida más fácil” y estaba muy feliz con ella, por lo que Peter también estaba mucho más tranquilo de saber que ya no estaba solo, y que había alguien que cuidaba de él.

En un par de años, la vida de Peter y de Lali había dado la vuelta por completo. Lali, la chica que salía de una tormentosa relación, queriendo huir de su pasado, llegó a Forks y como cosa del destino se encontró con Peter, que mejoró su vida rápidamente. En cuanto a Peter, aquel chico que se mataba a trabajar para pagarse sus estudios, cuidando de su padre alcohólico y para el que lo más importante de su vida eran sus estudios, cambió rápido al conocer a Lali. El loco destino los unió en un amor único, un amor que comenzó siendo un amor prohibido, clandestino, y que terminó siendo un amor tan grande y puro que les llevó a la inmensa felicidad en la que vivían inmersos.

Ahora, habían formado una familia, habían creado algo precioso y habían forjado unos lazos entre ellos dos que sabían que, pasara lo que pasara, ese lazo siempre estaría unido por su inmenso amor.

Muchas personas se preguntan qué pueden hacer para ser más felices o cuál es el secreto de la felicidad, si es que existe algún secreto que puedan descubrir y poner en práctica para cambiar sus vidas y sentirse más satisfechos y felices. 
Para alcanzar la felicidad, muchos tienden a mirar hacia el futuro, piensan en lo que no tienen y desearían tener, en cómo lograr ese objetivo que les haría sentirse felices, y tratan de luchar con uñas y dientes para alcanzar esa meta que, supuestamente, traerá la felicidad a sus vidas.
Otros miran hacia el pasado, lamentando oportunidades perdidas, errores cometidos, culpándose y castigándose por no haber actuado de otra forma y pensando que, si lo hubieran hecho, ahora serían mucho más felices; de ese modo se torturan dando vueltas en su mente a sus errores pasados, aquellos que ya nunca podrán cambiar.
El problema es que la felicidad no existe ni en el futuro ni en el pasado. Es un estado emocional, un estado interno, que sólo puedes sentir en el presente. Puedes recordar un suceso pasado que fue positivo y sentirte contento al recordarlo, pero esa felicidad la estás sintiendo ahora, la vives ahora, la experimentas en el momento presente, no en el pasado, y eso es lo que le da valor, lo que la hace real y lo que todo el mundo busca cuando afirma que quiere ser feliz.

FIN

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Bueno, quería hacer una especie de "final" de "cierre" a la novela, pero no es exactamente un epílogo, algo parecido. Espero que os haya gustado y gracias por las que habéis estado siempre ahí.
Si vosotras queréis mañana mismo empiezo la nueva nove, ya está escrita y estoy segura de que os gustará:)
Besos y gracias!

Novela: "Amor Prohibido"


Capítulo 48

En un abrir y cerrar de ojos, ya estaban de camino al hospital. Peter agarró una bolsa con todo lo necesario para llevarse al hospital y ropa para Lali y los bebés. Agarraron el coche de Lali y montaron los cuatro, camino al hospital.

-Voy a avisar a tu madre-dijo Euge y Lali asintió.

Conversación telefónica.

-Hola, sí, te llamo para decirte que Lali ha roto aguas. Sí, se le ha adelantado un mes, lo sé, Peter está demasiado nervioso para ponerse, de acuerdo, no te preocupes nosotros te 
vamos avisando. Vale, un beso.

-Se ha puesto algo triste porque teníais hablado que vinieran el mes que viene a vuestra casa y os ayudaran con el tema del parto y todo. Para hoy no puede venir pero dice que mañana coge el primer vuelo que haya-Lali asintió. Sólo asentía, en el asiento de atrás, mientras respiraba profundamente repetidas veces, agarrada a la mano de Peter.

Cuando llegaron al hospital, la pusieron en una silla de ruedas hasta que un médico la atendió, y la entraron a una habitación, para que se tumbara en una camilla.

-Veamos, ¿cada cuanto tiempo tienes contracciones?

-Cada… ¿10? Quizá 5, no sé, cada vez son más fuertes y más seguidas-dijo haciendo una mueca de dolor.

-Entonces es buena señal-le sonrió-vamos a ver cuánto has dilatado-musitó mientras se ponía los guantes.

-Pero doctor, a ella le tocaba dentro de un mes, ¿no ocurre nada?

-Hay veces que por sufrir distintas emociones o cualquier situación el parto se adelanta, ya puede ser días, semanas o meses, hubiera sido preocupante si llega a ser meses antes, pero con tan sólo un mes de antelación no hay ningún problema, veamos-el médico se arremangó y comprobó la dilatación de Lali.-Estás en unos 6 centímetros, y tienes que llegar hasta 10-Lali abrió los ojos como platos.

-¿Qué? Oh, dios mío, no sé si voy a poder-tiró la cabeza para atrás.

-Claro que vas a poder, ya te queda nada-le dio unos pequeños golpecitos en la pierna-en un ratito vuelvo.

Para ambos, ese fue el día más largo de sus vidas, sobre todo para Lali. Pensaban que nunca llegaría el momento, hasta que llegó. Lali se encontraba tumbada, en la camilla, rodeada de médicos y con Peter al lado, alentándola.

-Vamos mi amor, ya queda poco, tú puedes-le apretaba la mano. Lali estaba empapada en sudor, respirando profundamente. Empujó con todas sus fuerzas.

-Mira papá-le dijo la matrona-aquí viene el primero, asómate-Peter hizo lo dicho y vio la cabeza de su primer hijo, Peter Lanzani Espósito. Un par de lágrimas cayeron por su rostro. 

Un par de minutos después llegó el segundo, Ismael. Le dejaron cortar el cordón umbilical y él lo hizo encantado.

Media hora más tarde, Euge y Pablo entraron a verlos, después de que limpiaran a los bebés y los vistieran. Lali tenía en brazos a uno, y Peter a otro. Se observaba una estampa familiar preciosa.  También entró a visitarlos el padre de Peter, y una cantidad de amigos y conocidos.


Sin duda para los dos, ese fue el día más emotivo e importante de sus vidas, un día que jamás olvidarían y que siempre recordarían como el más bonito. Una experiencia inolvidable para ambos. Ahora sí, empezaba una nueva vida para ellos, con dos personas más en su familia, rodeadas de paz y de amor.