Hola, hola!!!! ¿Como estáis? ¿Que tal se está dando vuestro jueves? Yo bastante liadilla, pero bueno, aquí vuelvo con un nuevo capítulo, más tarde subiré otro si queréis, ¿vale? sin hacerlo más largo, aquí os lo dejo:) Besos y gracias!
Novela: "Fácil"
Di el nombre de mi
dormitorio cuando mi conductor me lo preguntó, y miré fuera de la ventanilla,
incapaz de hablar, abrazándome a mí misma e intentando ocultar los temblores
que me sacudían cada cinco minutos. No quería que él lo notara, pero no podía detenerlos.
El estacionamiento del
dormitorio estaba casi lleno; los lugares cerca de la puerta se encontraban
todos ocupados. Aparcó la camioneta en
un espacio y saltó, rodeando el coche para encontrarse conmigo mientras me deslizaba
del asiento del copiloto. Cerca de perder los nervios, tomé las llaves después
de que el activara el seguro de las puertas, y lo seguí hacia el edificio.
-¿Tu
identificación?-preguntó cuando llegamos a la puerta principal.
Me temblaban las manos
mientras abría mi bolsa y sacaba la tarjeta. Cuando la tomó de mis dedos, noté
la sangre en sus nudillos.
-Oh dios mío, estás
sangrando.
Él miró su mano y negó
con la cabeza.
-Nah, no es mi
sangre-apretó sus labios y se giró para pasar la tarjeta a través de la puerta
de acceso, y me pregunté si me seguiría adentro. No creía poder mantener el
control por más tiempo.
Después de abrir la
puerta, me entregó mi identificación. A la luz del vestíbulo pude ver sus ojos
con mayor claridad: eran de un claro azul-gris debajo de sus cejas.
-¿Estás segura de qué te
encuentras bien?-preguntó por segunda vez, y sentí mi cara arrugándose. Bajando mi barbilla, metí la tarjeta en mi
bolso y asentí débilmente-Sí, estoy bien.-mentí.
Dejó escapar un suspiro
de incredulidad, pasando una mano por su cabello.
-¿Puedo llamar a alguien
por ti?-Negué. Tenía que llegar a mi habitación antes de desmoronarme.
-Gracias, pero no.-pasé a
su lado, con cuidado de no rozarlo y me dirigí a las escaleras.
-¿Lali?-llamó en voz
baja, sin moverse de la puerta. Miré hacia atrás, agarrando la barandilla, y
nuestros ojos se encontraron –no fue tu culpa.
Mordí mi labio,
fuertemente, asintiendo una vez más antes de girarme y subir corriendo las
escaleras, mis zapatillas resonando en los escalones. En el rellano del segundo
piso, me detuve abruptamente y regresé mi mirada a la puerta. Él se había ido.
No sabía su nombre, y no
podía haberlo visto antes, mucho menos conocerlo. Recordaría esos inusuales
ojos claros. No tenía idea de quién era… y me llamó por mi nombre. No el nombre
de mi identificación-Mariana-si no Lali, el apodo que llevo desde que salía con
Gastón en nuestro primer año del instituto.
Dos semanas atrás
-¿Quieres subir o
quedarte? Candela está con Chaz este fin de semana…-mi voz fue juguetona, cantarina-significa que tendré el dormitorio
para mi sola.
Gastón y yo hacía un mes
que habíamos pasado nuestro tercer aniversario. Así que no había necesidad de
ser tímida. Candela solía decirnos que éramos una vieja pareja de casados. A lo
cual yo replicaba: -Estás celosa-y luego ella respondía con una seña obscena.
-Hm, sí. Subiré un
rato.-Masajeaba su nuca mientras entraba en el aparcamiento del dormitorio y
buscaba un área vacía, su expresión era inescrutable. Una punzada de
aprehensión surgió en mi pecho, y me tragué la inquietud.
-¿Está todo bien?-Él
masajeó su cuello, era una señal de estrés. Lanzó una rápida mirada en mi
dirección.
-Sí, claro-Estacionó en
el primer espacio libre, dejando su BMW entre dos camionetas. Él nunca, nunca,
nunca dejaba su más importante tesoro en espacios reducidos. Algo ocurría.
Sabía que él se preocupaba por los exámenes parciales, especialmente por
cálculo. Su fraternidad tendría fiestas la noche siguiente, también, lo cual
hacía imposible que estudiara el fin de semana antes de los exámenes. Entramos
en el edificio y subimos las escaleras que siempre me ponían los pelos de punta
cuando estaba sola. Corrí hasta el último escalón y salimos al pasillo.
Me giré para verlo
mientras abría la puerta, sacudí mi cabeza cuando vi el encantador dibujo de un
pene que alguien garabateó en la pizzara que Candela y yo utilizábamos para
dejar notas a los otros compañeros de cuartos. Los dormitorios mixtos eran los
más baratos en las universidades. Algunas veces creo que vivo con un grupo de
niños de doce años.
-Si te sientes enfermo
podemos vernos mañana, ya sabes-puse mi palma en su brazo-o puedes quedarte
aquí conmigo, escondido mientras pasamos el fin de semana estudiando para los
exámenes… y hacemos algunas otras actividades para reducir el estrés…-sonreí
con picardía. Él miró sus zapatos. Mi corazón se aceleró y de pronto me sentí
preocupada. Algo iba definitivamente mal. Quería que lo escupiera, que lo
dijera, pero mi mente conjugaba posibilidades alarmantes. Había pasado tanto
tiempo desde la última vez que tuvimos una pelea o un conflicto que me sentía
sorprendida. Caminó dentro de mi habitación y se sentó en la silla de mi
escritorio, no en mi cama.
Fui hacia él, nuestras
rodillas chocaron, esperando que me dijera lo que le tenía de mal humor, o si era
sólo preocupación por los próximos exámenes. Mi corazón latía pesadamente, puse
una mano en su hombro.
-¿Gas?
-Lali, necesitamos
hablar.
Mi pulso retumbando en
mis oídos se hizo más fuerte y mi mano cayó de su hombro. Entrelacé mis manos y
me senté en la cama, a un metro de él. Mi boca se sentía seca y no podía
tragar, mucho menos hablar. Se quedó en silencio, evitando mis ojos por un par
de minutos, que se sintieron como una eternidad. Finalmente, levantó su mirada
hacia mí. Parecía triste. Oh, Dios. Oh, Dios. Oh, Dios.
-He estado teniendo
algunos… problemas… últimamente. Con otras chicas.
Parpadeé, me alegró estar
sentada. Mis piernas no me hubieran sostenido y me habría caído si hubiera
estado de pie.
-¿Qué quieres decir?-Mi
voz salió ronca.-¿Qué quieres decir con “problemas” y “otras chicas”?
Suspiró profundamente.
-No es así, no realmente.
Quiero decir, no he hecho nada-apartó la mirada y volvió a suspirar-pero creo
que quiero.
¿Qué diablos?
-No te entiendo-Mi mente
trabajaba frenéticamente para salir de esta situación pronto, pero cualquier
alternativa parecía tonta. Se levantó y caminó por el dormitorio dos veces
antes de detenerse a medio camino entre la puerta y yo.
-Sabes lo importante que
es para mí seguir en mi carrera en leyes y política.
Asentí, aún aturdida, en
silencio y tratando de seguirle el ritmo.
-¿Conoces la hermandad de
las chicas?-Asentí una vez más, recordando que fue una de las cosas que me
preocupó cuando él se mudó a la casa de la fraternidad. Al parecer, no me
preocupé lo suficiente.
-Hay una chica… en
realidad, un par de chicas, que… bueno.
Traté de mantener mi voz
racional y normal-Gastón, esto no tiene sentido. Dices que no has hecho nada, o
que quieres…-Sus ojos se encontraron con los míos, así no habría error.
-Quiero hacerlo-Parecía
como si me hubiesen dado un puñetazo en el estómago, porque mi cerebro se
negaba a comprender las palabras que él decía. No podía entenderlo.
-¿Quieres hacerlo? ¿Qué
diablos significa que quieres hacerlo?
Caminó de regreso a la
silla, después a la puerta y de regreso. Seguíamos a un metro de distancia.
-¿Qué crees que
significa? Jesús. No me hagas decirlo.
Jadeé-¿Por qué no? ¿Por
qué no lo dices? Si ya te imaginas haciéndolo, entonces, ¿por qué mierda no lo
dices? ¿Y qué tiene que ver con tus planes…?
-Estaba por llegar a eso.
Mira, todo el mundo sabe que una de las peores cosas que arruinan a un
candidato político o representante electo es verse envuelto en un escándalo
sexual-Sus ojos se posaron en los míos mientras reconocí su expresión seria-Soy
humano, Lali, y si sigo con estos deseos que me carcomen y los reprimo,
probablemente los tendré después, que será peor. Sin embargo, esto me está
matando. –extendió sus manos sin hacer nada-No tengo más remedio que sacarlo de
mi sistema mientras pueda hacerlo sin que eso arruine mi futuro profesional.
Me dije a mí misma: Esto
no está sucediendo. Mi novio de tres años no rompía conmigo porque quería
enrrollarse con otras chicas con descaro. Parpadeé con fuerza y traté de
respirar profundamente, pero no pude. No había oxígeno en la habitación. Lo
fulminé con la mirada, en silencio. Su mandíbula estaba apretada.
-Bien, supongo que
intentar que lo comprendieras fue una mala idea…
-¿Esta es tu idea de que
intente comprenderte? ¿Romper conmigo para que así puedas acostarte con otras
chicas? ¿Sin sentirte culpable? ¿Lo dices en serio?
-No eres tú, soy yo.
Lo último que pensé antes
de tomar mi libro de economía y lanzárselo fue: ¿Cómo puede usar esa mierda de
cliché en un momento como este?