domingo, 27 de julio de 2014

Capítulo 2

Muy buenas!!! ¿Cómo estáis? gracias por las firmas y espero que os esté gustando:)
Angie, en cuanto a tu pregunta sobre la novela, sí es una adaptación. Esta vez decidí hacer una sobre un libro que me gustó mucho y que creo que a vosotras os gustará, además modifico algunos detalles e intento acortarlo más, ya que es largo y en ciertos capítulos avanza lentamente. Gracias de nuevo y que os vaya bien/acabéis bien el día, aquí os dejo el cap. Besos!!


Novela: "Fácil"



-¿Estás bien?- Su tono era bajo, precavido. Quería decirle que si, quería asentir con la cabeza, pero no podía.- Voy a llamar al 911. ¿Necesitas asistencia médica o sólo a la policía?

Imaginé a la policía del campus llegando a la escena, los fiesteros huyendo despavoridos por la casa cuando escucharan las sirenas. Candela y Chaz eran dos de los muchos amigos que estaban allí, más de la mitad eran menores de edad y bebían. Sería mi culpa si la fiesta se convertía en el objetivo de la policía. 

-Negué con la cabeza-no los llames-mi voz era ronca. 

-¿No llamo a una ambulancia?

Aclaré mi garganta y negué.-No llames a nadie, no llames a la policía-él me miró a través de la extensión de mi asiento.

-¿Estoy equivocado, o ese chico ha intentado violarte?-me estremecí al escuchar esa palabra-¿y me dices que no llame a la policía?-cerró su boca de golpe, sacudiendo la cabeza y mirándome fijamente otra vez- ¿o he interrumpido algo que no debía?-mis ojos se abrieron de golpe.

-N-no. Pero sólo quiero irme a casa.

Buck gimió y rodó sobre su espalda.-Mierda-dijo, sin abrir sus ojos, uno de los cuales se encontraba hinchado.

Mi salvador bajó la mirada hacia él, con su mandíbula apretada. Movió su cuello de un lado a otro y luego hacia atrás, relajó sus hombros.

-De acuerdo. Te llevo.

Negué con la cabeza. Después del ataque no iba a hacer algo tan estúpido como subirme al coche con un desconocido.

-Puedo conducir-dije con voz áspera. Miré hacia mi bolsa, todas mis cosas estaban tiradas por el suelo del coche. Él bajó la mirada, se agachó para recoger mis llaves entre los pedazos de mis objetos personales.

-Creo que buscabas esto-las colgó entre sus dedos mientras noté que yo no había hecho nada para acercarme a él.

Humedecí mi labio y probé la sangre por segunda vez en esa noche. Inclinándome un poco hacia la débil iluminación que entraba, tuve la precaución de mantener mi falda hacia abajo. Una ola de mareo se estrelló contra mí mientras fui consciente de lo que casi había ocurrido, y mi mano tembló cuando alargué el brazo para agarrar mis llaves. Frunciendo el ceño, apretó su puño alrededor de ellas y dejó caer su brazo a su costado.

-No puedo dejarte conducir-juzgando por su expresión, mi rostro era un desastre. Parpadeé, mi mano seguía extendida por las llaves, que acababan de ser confiscadas.

-¿Qué? ¿Por qué?

Marcó tres razones con los dedos.

-Estás temblando, probablemente un efecto secundario del asalto. No tengo ni idea de si en realidad estás ilesa. Y probablemente has estado bebiendo.

-No-espeté-soy el conductor designado.

Arqueó una ceja y miró a su alrededor.

-¿Quién exactamente te eligió como conductor? Si hubiera estado contigo, por cierto, puede que hubieras estado a salvo esta noche. En cambio, has entrado al estacionamiento oscuro, sola, sin poner nada de atención a tu alrededor. Eso es realmente responsable.

De pronto, me sentía muy cabreada. Cabreada con Gastón por haber roto mi corazón dos semanas atrás y no estar conmigo esa noche, protegiéndome. Cabreada con Candela por convencerme de venir a esta estúpida fiesta y más cabreada conmigo por aceptar venir. Furiosa con el imbécil que babeaba y sangraba a unos pocos metros de mí. Y molesta con el extraño que tenía mis llaves de rehén, mientras me acusaba de ser una descerebrada y descuidada.

-Entonces, ¿es mi culpa que me atacaran?-mi garganta ardió, pero me olvidé del dolor. -¿Es mi culpa que no pueda caminar de una casa hasta mi camioneta sin que uno de los tuyos trate de violarme?-escupí la palabra hacia él para que viera que podía soportarlo.

-¿Uno de los tuyos? ¿Me comparas con ese pedazo de mierda?-señaló a Buck, pero sus ojos seguían en los míos-No soy como él.

Genial. Estaba en un estacionamiento, sola, con un extraño insultador, que tenía mis llaves. No podía soportar más. Un sollozo salió de mi garganta mientras trataba de mantener la compostura.

-¿Me das mis llaves, por favor?-extendí mi mano, deseando que los temblores disminuyeran.

Tragó saliva, mirándome, y le devolví la mirada a sus ojos claros. No podía describir su color a la tenue luz, pero contrarrestaban con su cabello oscuro. Su voz fue más suave, menos hostil.

-¿Vives en el campus? Déjame llevarte. Puedo regresar caminando, y conseguir un aventón luego.

No luché más, asentí y me agaché a por mi bolsa. Me ayudó a guardar mi labial, cartera, tampones, ligas para el cabello, plumas y lápices que se esparcieron por el suelo. La última cosa que recogió fue un paquete de condones. Se aclaró la garganta y me los ofreció.

-Eso no es mío-dije, retrocediendo.

Frunció el ceño.

-¿Segura?-Apreté mi mandíbula, tratando de no cabrearme otra vez.

-Muy segura-entonces miró a Buck.

-Hijo de puta. Probablemente iba a… ocultar la evidencia.

Metió el paquete cuadrado en el bolsillo frontal de sus jeans.

-Lo tiraré lejos, te aseguro que él no lo volverá a intentar-frunció el ceño de nuevo y su mirada volvió a mí mientras subía al coche y lo encendía.- ¿Estás segura de no llamar a la policía?

Una risa sonó de la puerta trasera de la casa y asentí. Enmarcado exactamente en el centro de la ventana, Gastón bailaba con sus brazos rodeando a una chica que llevaba un ceñido vestido blanco, con alas y un halo. Simplemente perfecto.

En algún momento de mi batalla con Buck, había perdido la diadema con cuernos de demonio que Candela había puesto en mi cabeza mientras me sentaba en la cama, quejándome de que no quería ir a una estúpida fiesta de disfraces. Sin el accesorio, era sólo una chica con un vestido de lentejuelas rojo.

-Estoy segura.


Los faros del coche iluminaron a Buck mientras nos retirábamos del estacionamiento. Él se intentó incorporar para sentarse en el suelo. Pude observar su labio partido, su nariz rota y sus ojos hinchados, incluso desde la distancia. Era buena idea que no estuviera al volante, seguramente lo habría atropellado.