viernes, 1 de agosto de 2014

Capítulo 4

Hola buenas!!! ¿Qué tal estáis? :) Bueno, aquí os dejo el cuarto capítulo y os aviso que voy a estar unos días ausente, ya que me voy fuera y no tendré internet. También os aviso que Laliter irá poco a poco en aumento, y que pronto se viene lo bueno :) Gracias por leerme y que tengáis un buen día!!

Novela: "Fácil"


La voz de Candela me despertó.

–Mariana Espósito, saca tu trasero de la cama y ve a salvar tu promedio de calificaciones. Por el amor de Dios, si yo hubiese dejado que un chico tirara por los suelos mi confianza académica, nunca habría escuchado el final de la misma.

Hice un ruido desdeñoso desde debajo del edredón antes de asomarme para mirarla.

-¿Qué confianza académica?

Sus manos estaban en sus caderas, y estaba envuelta en una toalla, recién salida de la ducha.

-Ja, ja. Muy graciosa. Levántate.

Resoplé, pero ella hizo como que no me oía.

-Voy muy bien en las otras clases ¿No puedo simplemente suspender esta?-ella se quedó boquiabierta.

-¿Acaso te estás escuchando?-Sí, me estaba escuchando. Y estaba tan disgustada con mis sentimientos cobardes como ella-incluso puede que más. Pero la idea de estar sentada al lado de Gastón durante una hora y media, tres días por semana, era insoportable. No podía saber con certeza lo que su reciente estado de soltería significaría en términos de coquetería y flirteo abierto, pero fuera lo que fuese, no quería verlo con mis propios ojos. Ya era bastante malo imaginarme los detalles. Ojalá no lo hubiera presionado para tomar, al menos, una clase conmigo ese semestre. Cuando nos apuntamos para las clases de otoño, me preguntó por qué quería tomar Economía-puesto que no era un curso necesario para conseguir mi título de Educación Musical. Me pregunto, si él había imaginado por aquel entonces que ese sería el lugar donde terminaríamos. O si lo había sabido.

-No puedo.

-Puedes, y lo harás-arrancó el edredón de mis manos-Ahora levántate y métete en la ducha. Tengo que llegar a tiempo para la clase de francés, o el señor Bidot me preguntará sin piedad el passé composé. A penas sé el pasado simple en inglés. Dios sabe que no puedo hacerlo en français a la primera hora de la mañana. 

Llegué delante de la clase justo a las 9:00 sabiendo que Gastón, siempre puntual, ya estaría allí. El aula era grande y amplia. Deslizándome por la puerta trasera, lo vi, en el medio de la sexta fila. El asiento a su derecha estaba vacío-mi asiento. El señor Heller había hecho un mapa con la disposición de los alumnos y sus asientos durante la segunda semana de clases, y solía usarla para pasar lista o sumar puntos por la participación en clase, pero de ninguna manera volvería a sentarme ahí. Mis ojos recorrieron las filas de atrás. Había dos asientos vacíos. Uno estaba tres filas más atrás, entre un chico que apoyaba su cabeza en la mano, medio dormido, y una chica que estaba bebiendo algo mientras no paraba de hablar con su compañero. El otro asiento libre estaba en la última fila, al lado de un chico que parecía estar garabateando algo en su libro de texto. Giré en esa dirección al mismo tiempo que el profesor entraba por la puerta lateral a la clase, y el artista levantó la vista para analizar la parte delantera del aula. Me quedé inmóvil, reconociendo a mi salvador de hacía dos noches. 

Si hubiese podido moverme, me habría dado la vuelta y habría salido huyendo de clase. El ataque se reprodujo de nuevo en mi cabeza. El desamparo. El terror. La humillación. Me había acurrucado en la cama y había llorado toda la noche, agradecida por el mensaje de Candela, que me decía que pasaría toda la noche con Chaz. No le conté lo que había hecho Buck-en parte porque sabía que ella se sentiría responsable de haberse ido y haberme dejado sola. Por otra parte, porque quería olvidar lo que había sucedido.

-Cuando todo el mundo tome asiento, empezaremos la clase-El comentario de mi profesor me sacó de mi estupor: yo era la única estudiante que estaba de pie. Me apresuré a sentarme entre la chica habladora y el chico dormido.

Ella me echó un vistazo, sin dejar de contar lo que le había pasado el fin de semana, y cómo, cuándo y con quién había estado. El chico entreabrió un poco los ojos, lo justo como para notar que me deslizaba en la silla que estaba a su lado, pero no hizo ningún movimiento.

-¿Está ocupado este asiento?-le susurré. Él negó con la cabeza y murmuró.

-Lo estaba. Pero ella renunció. O dejó de venir. O lo que sea…

Empecé a sacar mis cosas de la mochila, aliviada. Intenté no mirar a Gastón, pero la disposición de los asientos convirtió ese esfuerzo en un auténtico reto. Su perfectamente arreglado cabello rubio, y la familiar camisa de botones planchada que solía llevar, atraían a mis ojos cada vez que se movía. Sabía el efecto que causaban esos cuadros verdes de su camisa con el verde brillante de sus ojos. Lo conocía desde noveno grado. Lo vi cambiar de estilo, pasar de ser el chico que llevaba pantalones cortos y zapatillas de deporte todos los días, a ser el joven que mandaba las camisas a ser planchadas, que tenía los zapatos siempre limpios, y que siempre parecía que había salido de la portada de una revista. Había visto a más de una profesora girar la cabeza a su paso, para después estudiar atentamente su cuerpo perfecto y fuera de lo común.

Durante el tercer curso de secundaria teníamos inglés juntos. Él centró su atención en mí desde el primer día de clase, mostrando su sonrisa con hoyuelos en mi dirección antes de sentarse, invitándome a unirme a su grupo de estudio y preguntándome por mis planes para el fin de semana, hasta que finalmente, él también se convirtió en parte de ellos. Nunca me habían convencido para algo tan rápido. Como nuestro delegado de clase, era conocido por todos, e hizo un esfuerzo considerable para llegar a familiarizarse con todo el mundo. Como deportista, era todo una estrella para el equipo de béisbol. Como estudiante, su nivel de calificaciones se encontraba entre los diez mejores. Como miembro del equipo de debate, era conocido por sus argumentos concluyentes y su récord imbatible.

Como novio, era paciente y atento, y nunca me presionaba demasiado lejos o demasiado rápido. Nunca olvidaba un cumpleaños o un aniversario. Nunca me hizo dudar de sus intenciones sobre nosotros. Una vez que nuestra relación se hizo oficial, él cambió mi nombre, y todo el mundo siguió su ejemplo, incluida yo.

-Tú eres mi Lali-me dijo. 

No tenía una gran familia. Sus padres se encontraban casados sólo políticamente, por lo demás, estaban siempre en desacuerdo el uno con el otro. Tenía una hermana llamada Reagan y un hermano llamado Carter.


Habían pasado tres años desde que había dejado de ser Mariana, y empecé a luchar a diario para recuperar esa parte de mí misma que había dejado de lado por él. No era la única cosa a la que había renunciado, ni a la más importante, pero era la única que podía recuperar.  

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