Hola buenas!!! ¿Qué tal estáis? :) Bueno, aquí os dejo el cuarto capítulo y os aviso que voy a estar unos días ausente, ya que me voy fuera y no tendré internet. También os aviso que Laliter irá poco a poco en aumento, y que pronto se viene lo bueno :) Gracias por leerme y que tengáis un buen día!!
Novela: "Fácil"
La voz de Candela me
despertó.
–Mariana Espósito, saca
tu trasero de la cama y ve a salvar tu promedio de calificaciones. Por el amor
de Dios, si yo hubiese dejado que un chico tirara por los suelos mi confianza
académica, nunca habría escuchado el final de la misma.
Hice un ruido desdeñoso
desde debajo del edredón antes de asomarme para mirarla.
-¿Qué confianza
académica?
Sus manos estaban en sus
caderas, y estaba envuelta en una toalla, recién salida de la ducha.
-Ja, ja. Muy graciosa.
Levántate.
Resoplé, pero ella hizo
como que no me oía.
-Voy muy bien en las
otras clases ¿No puedo simplemente suspender esta?-ella se quedó boquiabierta.
-¿Acaso te estás
escuchando?-Sí, me estaba escuchando. Y estaba tan disgustada con mis
sentimientos cobardes como ella-incluso puede que más. Pero la idea de estar
sentada al lado de Gastón durante una hora y media, tres días por semana, era
insoportable. No podía saber con certeza lo que su reciente estado de soltería
significaría en términos de coquetería y flirteo abierto, pero fuera lo que
fuese, no quería verlo con mis propios ojos. Ya era bastante malo imaginarme
los detalles. Ojalá no lo hubiera presionado para tomar, al menos, una clase
conmigo ese semestre. Cuando nos apuntamos para las clases de otoño, me preguntó
por qué quería tomar Economía-puesto que no era un curso necesario para
conseguir mi título de Educación Musical. Me pregunto, si él había imaginado
por aquel entonces que ese sería el lugar donde terminaríamos. O si lo había
sabido.
-No puedo.
-Puedes, y lo
harás-arrancó el edredón de mis manos-Ahora levántate y métete en la ducha.
Tengo que llegar a tiempo para la clase de francés, o el señor Bidot me
preguntará sin piedad el passé composé.
A penas sé el pasado simple en inglés. Dios sabe que no puedo hacerlo en français a la primera hora de la mañana.
Llegué delante de la clase justo a las 9:00 sabiendo que Gastón, siempre
puntual, ya estaría allí. El aula era grande y amplia. Deslizándome por la
puerta trasera, lo vi, en el medio de la sexta fila. El asiento a su derecha
estaba vacío-mi asiento. El señor Heller había hecho un mapa con la disposición
de los alumnos y sus asientos durante la segunda semana de clases, y solía
usarla para pasar lista o sumar puntos por la participación en clase, pero de
ninguna manera volvería a sentarme ahí. Mis ojos recorrieron las filas de
atrás. Había dos asientos vacíos. Uno estaba tres filas más atrás, entre un
chico que apoyaba su cabeza en la mano, medio dormido, y una chica que estaba
bebiendo algo mientras no paraba de hablar con su compañero. El otro asiento
libre estaba en la última fila, al lado de un chico que parecía estar
garabateando algo en su libro de texto. Giré en esa dirección al mismo tiempo
que el profesor entraba por la puerta lateral a la clase, y el artista levantó
la vista para analizar la parte delantera del aula. Me quedé inmóvil,
reconociendo a mi salvador de hacía dos noches.
Si hubiese podido moverme, me
habría dado la vuelta y habría salido huyendo de clase. El ataque se reprodujo
de nuevo en mi cabeza. El desamparo. El terror. La humillación. Me había
acurrucado en la cama y había llorado toda la noche, agradecida por el mensaje
de Candela, que me decía que pasaría toda la noche con Chaz. No le conté lo que
había hecho Buck-en parte porque sabía que ella se sentiría responsable de
haberse ido y haberme dejado sola. Por otra parte, porque quería olvidar lo que
había sucedido.
-Cuando todo el mundo
tome asiento, empezaremos la clase-El comentario de mi profesor me sacó de mi
estupor: yo era la única estudiante que estaba de pie. Me apresuré a sentarme
entre la chica habladora y el chico dormido.
Ella me echó un vistazo,
sin dejar de contar lo que le había pasado el fin de semana, y cómo, cuándo y
con quién había estado. El chico entreabrió un poco los ojos, lo justo como
para notar que me deslizaba en la silla que estaba a su lado, pero no hizo
ningún movimiento.
-¿Está ocupado este
asiento?-le susurré. Él negó con la cabeza y murmuró.
-Lo estaba. Pero ella
renunció. O dejó de venir. O lo que sea…
Empecé a sacar mis cosas
de la mochila, aliviada. Intenté no mirar a Gastón, pero la disposición de los
asientos convirtió ese esfuerzo en un auténtico reto. Su perfectamente
arreglado cabello rubio, y la familiar camisa de botones planchada que solía llevar,
atraían a mis ojos cada vez que se movía. Sabía el efecto que causaban esos
cuadros verdes de su camisa con el verde brillante de sus ojos. Lo conocía
desde noveno grado. Lo vi cambiar de estilo, pasar de ser el chico que llevaba
pantalones cortos y zapatillas de deporte todos los días, a ser el joven que
mandaba las camisas a ser planchadas, que tenía los zapatos siempre limpios, y
que siempre parecía que había salido de la portada de una revista. Había visto
a más de una profesora girar la cabeza a su paso, para después estudiar
atentamente su cuerpo perfecto y fuera de lo común.
Durante el tercer curso
de secundaria teníamos inglés juntos. Él centró su atención en mí desde el
primer día de clase, mostrando su sonrisa con hoyuelos en mi dirección antes de
sentarse, invitándome a unirme a su grupo de estudio y preguntándome por mis
planes para el fin de semana, hasta que finalmente, él también se convirtió en
parte de ellos. Nunca me habían convencido para algo tan rápido. Como nuestro
delegado de clase, era conocido por todos, e hizo un esfuerzo considerable para
llegar a familiarizarse con todo el mundo. Como deportista, era todo una
estrella para el equipo de béisbol. Como estudiante, su nivel de calificaciones
se encontraba entre los diez mejores. Como miembro del equipo de debate, era
conocido por sus argumentos concluyentes y su récord imbatible.
Como novio, era paciente
y atento, y nunca me presionaba demasiado lejos o demasiado rápido. Nunca
olvidaba un cumpleaños o un aniversario. Nunca me hizo dudar de sus intenciones
sobre nosotros. Una vez que nuestra relación se hizo oficial, él cambió mi
nombre, y todo el mundo siguió su ejemplo, incluida yo.
-Tú eres mi Lali-me dijo.
No tenía una gran familia. Sus padres se encontraban casados sólo políticamente,
por lo demás, estaban siempre en desacuerdo el uno con el otro. Tenía una
hermana llamada Reagan y un hermano llamado Carter.
Habían pasado tres años
desde que había dejado de ser Mariana, y empecé a luchar a diario para
recuperar esa parte de mí misma que había dejado de lado por él. No era la
única cosa a la que había renunciado, ni a la más importante, pero era la única
que podía recuperar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario